Una definición bastante generalizada de modelo, originada en ámbitos geográficos, es "una
representación simplificada de la realidad en la que aparecen algunas de sus propiedades" (Joly,
1988:111).
De la definición se deduce que la versión de la realidad que se realiza a través de un modelo pretende
reproducir solamente algunas propiedades del objeto o sistema original que queda representado por otro
objeto o sistema de menor complejidad.
Los modelos se construyen para conocer o predecir propiedades del objeto real. Algunos autores llegan a
incluir esta expresión de finalidad en la propia definición de modelo: un objeto es un modelo de X para un
observador O, si O puede utilizar M para responder a cuestiones que le interesan acerca de (Aracil,
1986:123); o bien, según Ríos (1995:23):
"un modelo es un objeto, concepto o conjunto de relaciones que se utiliza para
representar y estudiar de forma simple y comprensible una porción de la realidad
empírica"
Para que los modelos puedan decirnos algo sobre el objeto que representan, es necesario que se
construyan estableciendo una relación con la realidad que debe ser simétrica, es decir, la relación de
correspondencia entre el objeto real y el modelo debe ser al menos parcialmente reversible y debe
permitir la traducción de algunas propiedades del modelo a la realidad.
La existencia de la relación simétrica permite que un resultado C' relativo al modelo pueda traducirse en
otro C relativo al objeto real y, de esta forma, que las respuestas derivadas del modelo sean aplicables a la
realidad sin perder sentido. Denominaremos a estas propiedades que se deducen del modelo propiedades
emergentes
La utilidad de los modelos para conocer o predecir está condicionada principalmente por una buena
selección de los factores relevantes para el problema y una adecuada descripción de sus relaciones
funcionales.
Así, cuando se construye un modelo, estamos construyendo un sistema cuyos componentes —partes e
interrelaciones— se han reducido a una cantidad manejable para simplificar el sistema real. Para que los
resultados sean aceptables es necesaria una precisa selección de los componentes importantes, cada uno
de los cuales debe, a su vez, ser un modelo adecuado del componente real.
La calidad de las propiedades emergentes de un modelo puede valorarse sometiendo una parte de los
resultados a una verificación experimental que, aunque sólo puede ser parcial, servirá de orientación sobre
la magnitud de los errores derivados del modelo y puede permitir la introducción de correcciones.
El contraste experimental puede servir, por tanto, no sólo como método de control de calidad sino
también como mecanismo de realimentación para realizar ajustes, tanto en los elementos que componen
el modelo como en las relaciones que se establecen entre ellos.
Dado que el modelo representa la realidad con una cantidad menor de información, existe un error
inherente al proceso de modelización que puede ser reducido pero no eliminado. La reducción del error
puede hacerse por dos caminos complementarios:
- Mayor precisión en la medida y mejor selección de los componentes: no implica
mayor complejidad del modelo.
- Mayor cantidad de componentes —partes e interrelaciones funcionales—:
implica una mayor complejidad del modelo.
La eliminación del error implicaría la identificación del modelo con el objeto real, por lo que no resulta
posible. En este sentido, debe buscarse un compromiso entre la complejidad del modelo y el error
aceptable en los resultados.
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